El apóstol Juan le escribió su tercera carta a su amigo Gayo, quien era un fiel creyente que apoyaba a los maestros itinerantes.
Querido amigo, le eres fiel a Dios cada vez que te pones al servicio de los maestros itinerantes que pasan por ahí aunque no los conozcas. 6 Ellos le han contado a la iglesia de aquí de tu cariñosa amistad. Te pido que sigas supliendo las necesidades de esos maestros tal como le agrada a Dios; 7 pues viajan en servicio al Señor[c] y no aceptan nada de los que no son creyentes.[d] 8 Por lo tanto, somos nosotros los que debemos apoyarlos y así ser sus colaboradores cuando enseñan la verdad. 3ª Juan 1:5-8
Juan estaba feliz de que su amigo estuviera firme en la fe y diera el buen ejemplo de servir a aquellos que han dejado todo por predicar del evangelio. Es por eso que lo anima a continuar con ese corazón de servicio y a que no deje de seguir apoyando a los maestros itinerantes, aun sin conocerlos.
En Mateo 10:40-42 vemos a Jesús hablando específicamente sobre apoyar a nuestros hermanos:
»El que los recibe a ustedes me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al Padre, quien me envió. 41 Si reciben a un profeta como a alguien que habla de parte de Dios,[n] recibirán la misma recompensa que un profeta. Y, si reciben a un justo debido a su justicia, recibirán una recompensa similar a la de él. 42 Y si le dan siquiera un vaso de agua fresca a uno de mis seguidores más insignificantes, les aseguro que recibirán una recompensa». Mateo 10:40-42
Dios nos habla por medio de Su Palabra que al bendecir a Sus siervos, lo bendecimos y honramos a Él. Incluso nos muestra que al apoyarlos recibiremos la misma recompensa que ellos como si nosotros mismos hubiéramos servido de la misma manera, pues al bendecir a aquellos que le sirven, somos parte de Su obra y perfecta voluntad.
No olvidemos el gran ejemplo que Dios nos dejó por medio del hermano Gayo, quien fue parte de la gran obra que Dios hizo apoyando de todo corazón, y que hoy en día podemos ver en nuestra vida.